Poetas pateas

Los poetas siempre andan cabizbajos, les duele el mundo, y caminan y patean renegando de su mundo y de su pésima suerte.
Pero, de pronto los poetas sonríen, encuentran metáforas maravillosas para contar las nubes del cielo, rojos metálicos, cobres ígneos para describir el atardecer. De pronto las nubes le sonríen a los poetas. puede uno descubrir que las nubes del cielo, los atardeceres, el mar, las montañas y el cielo, cada sonido, cada nota de luz, cada soplido del viento son el marco que sólo logra palidecer ante la presencia de su dicha.

Su dicha que es la contemplación de la amada.

Una escogida, inmemorial y desde incontables vidas, una criatura celeste, angelical o al menos élfica, que aparece un día de súbito y lo transforma en un nuevo ser. Una criatura casi diáfana que hace brotar las flores con el toque de sus manos, hace radiante el día, rojo el fuego, incomparable el atardecer y más azul y más turquesa el mar.

Flota el poeta, inmemorial se vuelve su alma, ama a las criaturas celestes y a todos los ángeles que alborotan el cabello de su amada.

Hasta que se da cuenta que es humana, y se vuelve cabizbajo y maldito, bebe ajenjo y se va a Francia a ser un pequeño dios. Pateando sus propios poemas.

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